Ankara
Algo
inexplicable y Sagrado se cumplía para nosotros en el interior de aquella Sacra
habitación.
Consagrado
a la media luz y al secreto que habitaba en aquel lugar, saboreaba por
adelantado el Placer que estaba a punto de degustar. Relamía un Deseo que se
había adueñado de cada parte de su Ser con la voracidad de una bestia.
Decidido
a ultrajar mi inocencia, y con la idea fija de profanar mi cuerpo simplemente
por el hecho de hacerlo, sin defensa alguna, ató mis muñecas a la firmeza
forjada del catre de aquella enorme cama, para actuar libremente, a sus anchas.
Atada y ofrecida, sus manos comenzaron a trepar por la geografía de mi cuerpo
desvelando la ciencia de cada poro que la componía. Inflamando la carne al
contacto. Cada curva, cada planicie, cada desfiladero, cada montículo, revelaba
sus secretos al paso de sus caricias. Comprensible cuando los Milagros sólo
sucedían a través de sus manos.
Sin
pedir permiso ni atender a condescendencias -no conocía buenos
modales cuando
de satisfacer sus caprichos se trataba-, se abrió paso entre mis muslos,
seguro, confiado, convincente, dispuesto a conquistar la Tierra Bendita que
tenía bajo sus pies.
Descubrí,
en el enigmático color esmeralda de sus ojos, la satisfacción que sentía al ver
de nuevo mi cuerpo sometido a los dictámenes que le apetecieran a su antojo.
Las
respiraciones comenzaban a ser entrecortadas en un compás cadencioso de espera.
La apariencia insolente de la que hacía gala me hizo experimentar un miedo
ambiguo, extraño. Su sonrisa indescifrable, su penetrante mirada. De forma magistral,
con el virtuosismo que solo sus manos portaban, acopló su pelvis entre mis
caderas, en una perfecta conjunción de cuerpos. Mágica,. Calculada al
milímetro. Deducida sin error.
El
aliento contenido, la boca seca, el corazón desbocado, el latido en el
instante… el temblar del cuerpo. Su pose, tapizada de fiereza, de crueldad,
preparaba el momento de la ofrenda, el instante brujo de la consagración de las
pieles. Su rostro rezaba en viril desafío como el aguijón fino de un escorpión.
Tal como
se descarga un hacha en la fragilidad de la madera, -indefensa, vulnerable,
expuesta de aquella manera proverbial sobre la cama, desabrigada a su acción-
él, descargó su virilidad sobre mí, -en un golpe seco, vaciado- clavándose
desvergonzado en mi ser, ensartándose en la devoción de la carne, hundiendo su
sexo hasta la profundidad de mis entrañas, hasta que un sonido rasgado de mi
garganta desgarró el silencio en una espiral de dolor y de placer.
Su Deseo
se hacía presente en mi ser y tomaba despótica forma a través de su sexo,
enzarzado en una combate feroz con el mío. De nuevo, sin misericordia, volvió a
abrirse paso por mi intimidad. El dolor de aquella segunda embestida avanzó
sigiloso como una hiedra trepadora buscando hacerse notar. Mordí mis lágrimas
mientras el baile de cuerpos comenzaba una danza de ritmo infinito y perfecto
entre los dos. Imposible sustraerme al hechizo que emanaba su piel, mi cuerpo
secundaba cada uno de sus movimientos. Estrechada contra ÉL; evaluando su
contacto, su olor, su aliento sobre mi rostro, LE respiraba.
- Carita de Muñeca, con piel de porcelana, de ojos claros, frágil como una
flor, desgarraré las capas de tu Alma para alcanzar su esencia, y que ésta sea
mía… sólo mía. Daré luz a tus sombras y humillaré a tu engreída rebeldía
hasta que baje los ojos ante mí. Seré el dueño y el guardián de tu Placer.
Respirarás el aire de mis pulmones, beberás el agua de mi boca, te alimentarás
de las ansias de mi cuerpo…
Como
letanía de un monótono conjuro, el tono de su voz pervertía sus palabras hasta
viciar mis sentidos. El éxtasis de la carne no osaba negar su potestad divina.
Entre dientes, masticando con dulzor el mensaje, me susurraba al oído lo que
iba a hacer conmigo, jurando sobre el libro pagano de mi cuerpo hacerme
bajar hasta los confines del Infierno.
Su
indescifrable mirada me contemplaba a escasos centímetros del rostro, mientras
la luz consumida de las velas acariciaba el contorno de nuestros cuerpos
entrelazados. Electrizado por el Deseo, su cuerpo, sus manos, sus palabras, me
arrastraban a una marea de sensaciones indescriptibles, imposible de ponerles
palabras.
Mis gemidos orientaban sus manos y sus besos con aritmética precisa.
Hundía
su cuerpo en el mío con voluntad férrea, asegurándose de que comprendía el
precio del pecado. Servicialmente, me dejé saborear por su lengua y hacer por
sus manos, con el único consentimiento que le atribuía la humedad de mi cuerpo.
ÉL se aprendió las líneas de mi boca como una plegaria a la que encomendar la
salvación de su Alma, acallando los lamentos que provocaban en mí sus asaltos
con la ternura de unos besos con sabor a almíbar.
Siguió
jugando incansable dentro de mí, acrecentando la intensidad de sus envites,
hasta que un irrefrenable espasmo tensó mi espalda, elevándola bajo el Imperio
su cuerpo. Por la claridad de sus ojos, asomaba la tiranía de quien ha de
concederte un favor, un permiso, una gracia.
- ¿Puedo…?- supliqué.
Sonrió
levemente.
Lo miré con gratitud animal.
Un
placer autoritario se abrió paso por mi cuerpo, cientos de impulsos eléctricos
sacudieron infinitos cada fibra nerviosa de mi ser, obligando a la musculación
a dilatarse al máximo, estirando mi torso todo lo que le permitían las ataduras
y trazando en mi cuerpo movimientos imposibles, hasta llevarme a un punto sin
retorno. Instantes después, sentí como se esparcían en mi interior las gotas de
su placer.
Nos
zambullimos en el corazón de una noche intemporal, infinita, inagotable.
Abandonándonos en los brazos de la eternidad que nos mecía. El Universo se
encerraba en aquel dormitorio que se impregnó con nuestra presencia de un
delicioso aroma a sexo mientras lo habitamos.
El Mundo nos pertenecía en la cadena perpetua de nuestra Pasión.
Pagaría
con la vida el dulce tormento que me promete con la Palabra más Honorable,
porque nunca el Cielo y el Infierno estuvieron más cerca. No quiero huir de él,
y ÉL, no dejaría que escapara, porque cada uno se convierte en testigo de los
Deseos y las Fantasías del otro, en cómplice de su Pasión. Porque el aire no es
suficiente para vivir sí ÉL no me concede aunque sólo sea, la misericordia de
unas BOCANADAS DE DESEO.
Me he leído los 8 capitulo y pues quede maravillada, me encanta la forma que escribe tan sensual y con tanta delicadeza.... Mi imaginación estuvo a mil..
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