Alison McGregor
Tomar unas copas
de más con el hombre que te gusta podía ser malo o muy, muy bueno. En
ocasiones, acababas haciendo el ridículo y él, avergonzado de ti, no volvería a
llamarte. O, siempre puedes acabar en el salón de su piso, en frente de una
gran ventana que da a la calle y donde podrían verte si alguien alzara la
mirada hacia la cuarta planta de ese edificio.
Melanie, tumbada encima de él y él tumbado
sobre unas mantas, lo besó metiendo la lengua hasta su garganta, luchando por
tomar el control de ese beso. Su lengua se enredó con la de Bryan,
intercambiando sabores y mezclándolos. Sabía a whisky y, no iba a engañarse, le
encantaba.
Notó cómo él le pasada las manos por todo el
cuerpo, pellizcando sus pezones, acariciando su clítoris y mordiendo su cuello.
Ella comenzó a jadear en su oído, a gemir en él mientras la sangre inflamaba
sus venas a gran velocidad.
Su miembro estaba duro, hinchado, apuntando
hacia el sexo de ella que, en respuesta, estaba húmedo, caliente y, malditamente,
resbaladizo. La mano de Bryan voló hacia su sexo, comenzando a frotarlo, a
meter uno de sus dedos en él, metiéndolo y sacándolo, para unir más tarde un
segundo que siguiera el ritmo del primero. Sus dedos se movían rápido, con
desenfreno, y volviéndola completamente loca.
Estaba a punto de ponerse a gritar, de
liberarse, de llegar al orgasmo, pero en el último momento, Bryan había parado
en seco, riéndose mientras ella lanzaba pequeños quejidos y agarraba su muñeca,
intentando hacerle volver a su humedad, donde deshiciera los nudos que se le
habían formado en las entrañas y en su mismo sexo.
Entonces, él agarró su miembro y lo aproximó
a su destino, y Melanie gimió de expectación, agarrándose a sus hombros y con
las piernas abiertas, dispuesta a recibir sus entradas y salidas, bruscas y
suaves, rápidas y lentas. Pero una vez más, mientras ella esperaba a que
entrara con fuerza, que la llenara con toda su longitud, Bryan le introdujo
únicamente la cabeza de su miembro, echando la cabeza hacia atrás, contra el suelo,
por el esfuerzo que tenía que hacer, por sentir cómo se cerraba fuertemente
sobre él su estrechez.
Estando a horcajadas sobre él, solo tenía
que bajar su cuerpo para que entrara en su interior por completo, pero sus
manos la agarraban fuerte por las caderas, manteniéndola en el aire, unida a él
por la cabeza de su miembro. Bryan miraba cómo entraba y salía de su interior
con un ritmo lento, lentísimo, provocando que se recrearan en las sensaciones.
-Por favor.-suplicó, intentando no
perder la cordura.-Bryan.-gimió,
mientras el volvía a entrar en ella con tan solo la cabeza.
-Vuelve a pronunciar mi
nombre.-replicó, con la voz ronca y la respiración acelerada.-Jadéalo, gímelo, respíralo, muérdelo.-añadió,
haciéndola humedecerse más si cabía.
Melanie colocó sus propias manos sobre las
muñecas de él, intentando hacer fuerza, quitárselas, tomar ella el control
definitivo, pero Bryan no se lo permitió, era inflexible y ella cayó sobre su
pecho, mirándole a la cara y gimiendo por la entrada y salida lenta de su
miembro.
Metió sus dedos en la boca de él para que
los chupara, pero él no solo hizo eso, sino que también los mordió suavemente,
provocando que se arqueara contra él. Con los dedos húmedos, llevó su mano a la
base del pene de Bryan, y desde allí comenzó a acariciarlo, y, dispuesta a
torturarlo tanto como estaba haciendo él con ella, agarró sus pelotas y las
apretó, recibiendo de recompensa un gruñido suplicante. Volvió a subir por su
longitud con la mano y, cuando llegó a la zona que los unía, deslizó su mano a
su clítoris, acariciándose mientras él la contemplaba, dispuesta a llegar al
orgasmo con su miembro entrando y saliendo.
Pero no todo era tan sencillo con Bryan, él
le apartó la mano, dispuesto a prolongar la tortura, y volvió a colocar la suya
propia en su cadera, agarrándola con fuerza, sometiendo a Melanie a sus deseos.
Ella, desesperada, intentando salir de la bruma del deseo que tenía en la
mente, incapaz de seguir con todo esto más, le clavó las uñas en el pecho, y
apoyó la frente en el mismo, respirando entrecortadamente, notando el desbocado
latido de su corazón y su respiración acelerada. Perdiendo completamente el
control, mordió su pecho, mientras le clavaba las uñas en los costados.
Y, eso, era lo que necesitaba para hacer
perder el control a Bryan, que gruñendo, le introdujo con fuerza toda su
longitud, llegando a lo más profundo y provocando que Melanie, sorprendida por
la intensidad, comenzara a gritar mientras oleadas y oleadas de placer le
recorrían el cuerpo, deshaciendo los nudos de sus entrañas, y mojando el
miembro de Bryan.
Pero no todo iba a acabar ahí, él no podía
permitirlo. No después de sentir cómo la liberación de ella lo humedecía,
bañándolo, envolviéndolo, como si su sexo fuera terciopelo y el de él una barra
de acero. Antes de que Melanie puediera recuperarse, volvió a moverse debajo de
ella, cogiendo su culo con las manos y comenzando a moverlo, marcando un ritmo
rápido y desesperado.
Bryan estaba
a punto de reventar y necesitaba hacerlo con fuerza y desenfreno, y
Melanie quería hacerle llegar más allá del límite. Él los levantó del suelo,
pero sin salirse en ningún momento del interior de Melanie, la cual,
envolviendo sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su
cuello, pegó cada parte de su piel con la de él.
Pegados contra el cristal de la ventana, comenzaron
a moverse con fuerza, rapidez y la más dulce de las durezas. Bryan estaba en el
mismo borde de su cordura, le gustaba demasiado y Melanie volvía a estar al
límite. Ella lo besó con fuerza, demostrándole toda la pasión contenida, y él
le devolvió el beso con la misma fiereza, mientras el sonido de la piel
chocando llenaba el aire, volviéndolos locos.
Ella mordió sus labios con desesperación,
incapaz de gritar más, para lamerlos después. Bryan, con las manos en sus
caderas, las movió de arriba abajo, haciendo que sus pechos subieran y bajaran
al mismo ritmo. Él quería besarlos, morderlos y arañarlos, pero la postura se
lo impedía, así que mordió su clavícula, clavándole cada uno de sus dientes
mientras introdujo una última vez su miembro.
El grito de Melanie llenó los oídos de
Bryan, el cual, mientras ella volvía a correrse, rugía, echando la cabeza hacia
atrás, llegando al orgasmo y derramándose en su interior. Melanie notó cómo su
semen se deslizaba dentro de ella, caliente y encantador.
Respirando con cansancio, se deslizaron
hacia el suelo, e incapaces de tumbarse siquiera, descansaron apoyados uno
contra el otro, disfrutando del sonido de sus corazones y el olor a sexo de la
habitación.
Me parece deliciosamente dominante
ResponderEliminarUno de los mejores relatos que a mi edad e leído! Gracias! Un besoo
ResponderEliminarextraordinariamente erotico, su lectura es un gozo para los sentidos.
ResponderEliminarEstupendo ! Me dejó con ganas de leer más.
ResponderEliminarUn gran relato. Erótico, excitante, sexual. Intenso y vívido.
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