jueves, 28 de febrero de 2013

Con chocolate parte 3 de 3



Alison McGregor

-Para mí, tú eres más hermosa.-le susurró Bruno al oído antes de sonreírle a Robert a medida que este se acercaba.
   Mary lo miró de reojo, sorprendida de que él supiera lo que estaba pensando y sintiendo en ese momento. Tal vez, Bruno la conocía más de lo que ella esperaba.
   Finalmente, se sentaron en la mesa y, mientras cenaban, hablaron de numerosos temas, incluido cómo se conocieron Robert y Clare. No era una historia extravagante, sino la típica de “hombre rico conoce a rubia tetona sin dos dedos de frente”. Porque así era, en las horas que conocía a Clare, Mary había comprobado que su forma de pensar era superada por un niño de cinco años y que Robert solo la trataba como a un objeto.
   Tras terminar de cenar y pagar la cuenta, decidieron ir a un bar donde tomar unas copas y Mary acabó bebiendo más de la cuenta, así que lo último que recordaba era que Bruno la metía en el coche mientras ella hablaba sin cesar.
            -¿Y a dóndddee vamos?-preguntó con acento de borracha.
   Bruno le respondía a todas sus preguntas, riendo a su vez, hasta que llegaron a su piso. La metió en el ascensor y Mary vio que pulsaba la planta cuatro, así que se giró hacia él mientras intentaba mantener el equilibrio.
            -Mi pissso ess el trez.-afirmó, mirándole con el ceño fruncido.
            -Y el mío es el cuatro.-respondió, encogiéndose de hombros e intentando aguantar la risa.
            -¿Vaamoss a tu casssa?-preguntó, mirándole de arriba abajo con descaro.
   Cuando Bruno asintió con la cabeza, esperando que ella se opusiera, Mary se giró hacia adelante y sonrió, enseñando todos sus pequeños y blancos dientes. Un segundo después, volvió a girarse hacia él.
            -¿Ssabees una coza, Bruno?-preguntó, acercándose a su cuerpo. Cuando él la miró, arqueando las cejas, respondió.-Quiero acosstarme contigo. Ssí, sí, no me mirez así. Necessito tener sexo contigo, Bruno, y he decidido que tú también lo necesitass.
   La mirada de Bruno sobre ella le hizo tambalearse y, cuando él abrió la puerta, pensó que la llevaría como un salvaje hacia su cama y que arrugarían las sábanas entre los dos hasta el amanecer. Sin embargo, la llevó hacia un baño de azulejos azules y abrió el grifo del agua caliente.
            -¿Vamos a follar en la ducha?-preguntó, mirándole con picardía.
            -No.-respondió y, mirándole a los ojos con sensualidad, añadió.-Voy a darte una ducha y quitarte esa borrachera que llevas encima.-antes de que ella pronunciara alguna palabra, continuó, dejándola sin palabras.-Cuando hagamos el amor, Mary, vas a estar completamente lúcida.
   Entonces, de un tirón le sacó el vestido por la cabeza y la dejó temblando, no sabía si por deseo o frío, con el conjunto de encaje. Lo miró, esperando su reacción, expectante de si le gustaba o no. Al mirarlo todas sus dudas se disiparon al instante, ya que él no había apartado la vista de su cuerpo y no paraba de tragar saliva.
   Bruno se pasó la mano por la boca y, con rapidez y rigidez, la cogió de la cintura y la metió en la ducha. El agua caliente resbalaba por su cuerpo y Mary, como cualquier borracha contentilla haría, alzó los brazos hacia arriba y empezó a disfrutar con sensualidad, dejando a Bruno excitado como nunca antes y deseoso de abalanzarse sobre ella.
   Mary miró los ojos verdes de Bruno y en un impulso, se acercó al borde de la ducha y, a escasos centímetros de él, dijo:
            -¿Quieres tocarme, verdad?-Bruno no paraba de mirarla, sin creerse que eso estuviera sucediendo.-Bueno, creo que lo necesitas, corazón.
   La voz ronca de Mary no podía compararse a la de Bruno que, gimiendo con desesperación, comprobó que sus pezones se marcaban en su sujetador de encaje, y descubrió que necesitaba tocarlos urgentemente. La sacó de la ducha y, temblando, apagó el grifo.
            -Preciosa,…-gimió, gotas de agua viajaban por su piel, deslizándose con suavidad.
   En un segundo, Mary se había despejado por completo y envuelta en una bruma de deseo, Bruno le puso una toalla por encima y la llevó al salón. De pie, Mary disfrutó enormemente cuando Bruno comenzó a secar su piel y se tensó cada vez que él, en un impulso que la volvía loca, se interesaba por una gota y la lamía, para seguir secándola con la toalla después.
   Mary, con desesperación, se retorcía entre sus brazos, necesitando que todo fuera más deprisa. En un segundo, estaba tumbada sobre una almohada y tenía a Bruno sobre ella.
            -¿Has tenido alguna vez una fantasía erótica, preciosa?-susurró junto a su oído, provocando que Mary gimiera guturalmente.-Yo sí, cientos y quiero realizar una en especial contigo.
   Mary tragó saliva audiblemente y lo miró, incapaz de decir ni hacer nada. Todo eso era nuevo y, a pesar de que había comenzado comportándose muy lanzada por el alcohol, ahora no tenía ni idea de cómo actuar.
   Bruno la besó con fuerza y, en un momento, fue a la cocina, volviendo con un bote negro en las manos. Tumbándose de nuevo sobre ella y apoyado en el suelo con una mano, le mostró lo que era.
            -Esto, preciosa, es chocolate y,-agachándose, susurró a su oído.-voy a extenderlo por todo tu cuerpo para lamerlo después.
   Comenzó a besarla, dejando a un lado el bote negro, y comenzó a tocarla, desde la cintura hasta el cuello, pasando por sus pechos. Su lengua se introducía en su boca y danzaba con la suya propia hasta dejarla sin sentido. Su sabor, adictivo, era estremecedor y su lengua, hipnotizante al igual que sus ojos verdes.
   Su boca descendió por su cuello, lamiendo cada centímetro de su piel, haciendo que Mary se arqueara, deseando que hiciera lo mismo con sus pechos. Bruno no se hizo mucho de rogar y, después de morder su cuello, bajó a sus pechos, amamantándose de ellos con desesperación mientras Mary echaba la cabeza hacia atrás, incapaz de abrir los párpados, que le pesaban como el demonio.
   De repente, Bruno se alzó y, sonriendo, cogió el bote negro y con movimientos pausados, echó chocolate sobre su ombligo. La respiración de Mary se aceleró, incapaz de dejar de mirar cómo extendía el chocolate hacia sus pechos con sus dedos hipnotizantes.
   Bruno agachó su cabeza, lamiendo, como había prometido, su cintura. Mary, excitada y húmeda entre las piernas, agarró sus hombros, incapaz de no retorcerse. Su espalda, con los músculos marcándose con cada uno de sus movimientos, brillaba por el sudor y Mary se excitó más si cabía.
   Cada uno de sus lametones, era un escalón más hacia el abismo. Cuando llegó a sus pechos, los torturó como un experto, mientras ella le suplicaba que no parara. Sus manos apretaban su trasero, pellizcándolo con deseo y acariciándolo después.
   Cuando sus dedos volaron hacia su entrepierna, Mary abrió las piernas con abandono, dispuesta a que le enseñara todo el placer que sabía que podía darle. Cuando sus dedos se introdujeron en su interior, lo hicieron con suavidad por lo mojada que estaba, y Mary los cabalgó, incapaz de resistirse a ello.
   En un momento, Bruno aumentó de ritmo y Mary comenzó a gemir, desesperada por llegar al final. Cuando se corrió, sintió que su cabeza explotaba en mil pedazos, dejándola flotando en una nube de satisfacción.
            -Estoy duro, preciosa, por ti. Quiero hacerte todo tipo de cosas, desde lamer tu sexo hasta meterte mi polla en él con descontrol, pero no puedo aguantar, cariño.-dijo, mirándole con la respiración acelerada, tocando sus pechos con suavidad.
   En un impulso, Mary lo lanzó sobre su espalda y se colocó a horcajadas sobre él, mientras las manos de Bruno rodeaban su delgada cintura.
            -Es mi turno, Bruno.-le susurró, antes de que sus labios rozaron su pecho.
   Lo beso como él había hecho con ella, con descontrol y desenfreno. Cogió el chocolate y lo extendió por el estómago de Bruno y una vez que lo lamió por completo, y la polla de Bruno apretaba contra su propio estómago, lo miró y comenzó a echar chocolate sobre ella, haciendo que su respiración se entrecortara.
   La lamió hasta saciarse y, cuando Bruno la apartó y la colocó debajo de él, ella lamió sus labios, llenos de chocolate. La mirada de Bruno no abandonó en ningún momento el movimiento hipnotizante de su lengua, y, finalmente, la besó, volviendo a mezclar sus sabores.
   En un momento, se introdujo en su interior, con una embestida que la dejó sin respiración y jadeando. Bruno estaba al límite y Mary deseaba llegar al orgasmo al instante, tan desesperada estaba, así que después de que saliera y entrara de ella varias veces, los dos llegaron al límite, explotando al unísono con fuerza.
   Agotados, se desplomaron y abrazaron, intentando tranquilizar sus respiraciones. Durmiendo, los dos pasaron la mejor noche de sus vidas, pero antes de que amaneciera, Mary despertó, y se dio cuenta que, oculto en el corazón, había tenido guardado un amor por Bruno que nunca había detectado. Siempre lo había considerado su amigo, cercano a ella y capaz de confiarse a él, pero ahora se daba cuenta que, en realidad, lo había amado desde el momento en que comenzó a conocerlo de verdad.
   Con lágrimas en los ojos, se levantó sin hacer ruido del suelo y de entre sus brazos, y, cogiendo su ropa, bajó a su piso donde, tras tumbarse en su cama, se lamentó, ya que Bruno no le correspondería.
   Al día siguiente, Mary se despertó y tras quedarse tumbada en la cama, profundizó en sus sentimientos y en los de Bruno. Ella lo amaba y él podría hacerlo también. Tal vez se había precipitado en pensar que él no la amaba. Tenía que intentarlo si no se odiaría toda la vida por haber dejado pasar la oportunidad. Además, algo se le tenía que haber pegado de África, tenía que enfrentarse a los problemas de frente y no huir de ellos.
   Se duchó con rapidez, y en un momento salía de su piso y subía corriendo las escaleras hacia el piso de Bruno. Pero se detuvo en seco cuando su puerta se abrió y de ella salió una pelirroja impresionante. Bajó las escaleras, directa hacia su piso sin querer creer lo que su cabeza le decía.
   Tal vez Bruno ya había buscado otra que le sustituyera al no verla esa mañana en la alfombra junto a él. Cerró la puerta y en un momento estaba en la cocina, intentando beber un vaso de agua sin tirarlo al suelo por el temblor que le recorría todo el cuerpo.
   El timbre sonó y Mary fue a abrir la puerta, sin mirar por la mirilla.
            -Bruno.-susurró, intentando que sus emociones no se transparentaran.- ¿Qué haces aquí?
            -He venido a hablar de amor y otros pecados, preciosa.-respondió, entrando por la puerta y cerrándola tras de él.
   La mandíbula de ella se descolgó, incapaz de creer que Bruno hubiera pronunciado la palabra “amor”.
            -¿Qué quieres decir?-preguntó, temblorosa y no queriendo hacerse esperanzas.
            -Que desde hace dos años, te he visto como algo más que una amiga, preciosa. Fantaseaba con tenerte debajo de mí y hacerte la mujer más feliz de este planeta.-besó sus labios con ternura, antes de apartarse para seguir diciendo.-Cuando Robert volvió a aparecer en tu vida, temí que volvieras a enamorarte de él, y por eso me inventé la historia de que éramos novios, para tenerte cerca y poder besarte cuando quisiera.
   Mary sintió que su corazón bombeaba con felicidad, deseando creer en cada palabra de Bruno, pero antes tenía que saber quién era esa pelirroja.
            -Anoche, Bruno, me di cuenta de que yo también te quería, pero pensé que tú no me correspondías, por eso me fui anoche de tus brazos.-antes de que él pudiera decir nada, ella continuó.-Pero esta mañana decidí hablarlo contigo y, por ello subí a tu piso, pero entonces vi a una mujer saliendo de tu piso y mi determinación se tambaleó.-dijo, intentando no sonar desesperada.
            -Ella es mi hermana, preciosa. Ha venido de California a pasar unos días y quería saber si quería quedar con ella esta tarde.-al ver la cara de Mary, continuó con una sonrisa.-Yo te quiero, Mary, y quiero que tú me lo digas también.
            -Oh, Bruno, mi corazón late con rapidez cada vez que tú te me acercas.-respondió, lanzándose a sus brazos y besándolo con todo su amor.
   Bruno la abrazó, riendo y feliz de tenerla entre sus brazos. Desde ese día, Mary le pertenecía y la amaría con todo su corazón hasta que su cuerpo dejara de respirar. La besó y la llevó hacia la habitación, donde entre risas siguieron cumpliendo las fantasías de Bruno.

2 comentarios:

  1. Preciosa la historia, no hay de esos hombres en la tierra. Me ha encantado, que sutileza y pasión, por favor yo quiero vivir una historia así. Enhorabuena!!

    ResponderEliminar
  2. Dios ! Que bueno que está tú relato, te felicito !

    ResponderEliminar

Por favor, se prudente y piensa antes de opinar. Respeta el trabajo de los autores y no ofendas con comentarios impropios.

Nos alegra tu opinión y deseamos leerte pronto.