viernes, 26 de octubre de 2012

Bocanadas de deseo, parte 7 de 8



Ankara

A través de él, descubrí la belleza del Mundo, y reconocí que cuando estaba conmigo, éste me pertenecía. 
 

                
Las cadenas dejaron de silbar en el aire cuando mis manos las aferraron con fuerza, frenando su movimiento pendular de golpe. Tras el sonido vibrante y carnal que abandonaron mis amputados jadeos en la afonía de la estancia, el silencio volvió a retomar su protagonismo. Un protagonismo que azuzaba un miedo visceral en mi interior.
 


Se situó detrás de mí, -como un gato que juega con un ratón y sabe, sin riesgo a error, cuál será la suerte que correrá entre sus traviesas manos-, dibujando con su dedo una línea imaginaria que perfiló el contorno curvo de mi cintura, contemplando con visión de delirante artista, las exquisitas marcas que aquel látigo empuñado por la dureza de su mano había horadado en el cálido nacarado de mi piel. Las acarició celosamente, con suavidad, con cuidado, siguiendo el perímetro de su infinito perfil, haciendo valer sus Derechos como Autor. Mi espalda no pudo evitar dar un pequeño respingo al contacto de su mano sobre ella. Aquel roce, aunque grácil, quemaba mi dermis hasta obligar a arquear el torso en forma de sinuosa y flameante llama, alimentada de un dolor refinado y elegante, que ÉL se aprestó a aliviar con una cadena de besos paliativos, a lo largo de las irónicas filigranas de color escarlata trazadas hábilmente por el relieve del látigo. 
 


Abrí lentamente los ojos cuando noté sus caricias deambular despacio por el calor que desprendían mis mejillas. Mi Señor paseó sus dedos confiados por el borde de mis labios, de mis dientes y jugueteó con ellos dentro de mi boca. Sus ojos color esmeralda nunca dejaban de escribir aquel Prólogo encabezado por una mirada de propietario cuando, de un envite seco, aproximaba mi cuerpo al suyo. En ellos se leía la soberbia de quien se sabe adorado, de quien sabe que cada una de sus órdenes, que todos sus Deseos, serán acatados y satisfechos, -incluso en el peor de los casos-, sin disputar palabra. 
Mientras la lujuria esbozada por nuestras pupilas ensamblaba su haz de luz en el otro, mi lengua lamía su mano con la fidelidad que sólo los perros dispensan a quienes les cuidan. Saboreé cada uno de los delicados movimientos que éstos urdían en la oquedad húmeda de mi boca y lamí el deleite que para él suponía aquel gesto de complacencia.
 


Cuando liberó mis muñecas de la frialdad de los grilletes, la musculación definida de sus brazos, abarcó la estrechez débil y temblorosa de mi cuerpo en un abrazo que estremeció cada parte de mi ser. -a esas alturas ya suyo, pues aquel ser le pertenecía por completo-. La enormidad de sus manos aterrizó sobre la base firme de mi espalda, y su índice, siguió ceremonial cada una de las ondulaciones que tallaban las vértebras, al mismo tiempo que mi cuerpo experimentaba una excitante descarga que sacudía la espalda en una ráfaga de extraño goce.
 


Su mano, anudando ligeramente la mía, -los dedos entrelazados en un roce tímido, casi de sonrojo adolescente-, como decenas de hilos de seda, invisibles a unos ojos cegados por la Entrega, guió la sombra de mis indecisos pasos hasta alcanzar el borde de la cama. Situada de espaldas a ella, un leve empujón me hizo caer con sutileza sobre las sábanas de satén que envolvían nuestra noche de Pasión. Mi cuerpo -e irremediablemente mi Alma-, completamente desnudo ante ÉL, temblaba bajo la severa Autoridad que, ante la multa carnal -con recargo por demora-, iba a ser cobrada de manos de un Amo carente -en más ocasiones, quizás, de las deseadas- de compasión.
 


        - Sólo Dios ofrece misericordia. Sólo él puede mostrar piedad con las almas condenadas.- recalcó, cuando el abismo que se abría en sus ojos dejaba escapar la perversidad de sus Demonios. 
 


Su mirada se hizo lineal, se tornó desafiante, adquiriendo una expresión cruel, feroz, animal, con la satisfacción de observar el miedo en los ojos acuosos de quien tenía frente a sí, con el deleite en la boca de despedazar finalmente la ansiada y deseada presa, de arrancarle con la voracidad viciada de sus fauces, un pudor que le estorbaba para la caprichosa forma que quería darle a su Obra de Arte, y con la certeza en la declaración del Auto de Fe, de liberarme de una decencia y una virtud que únicamente me condenarían a un Cielo sin ÉL.
 


        - Mi Señor… - dije entre un sollozo agonizante.
       - Shhh…- me silenció.
 


Apenas sentía el latir del corazón. Una sensación de vértigo me ahogó el pecho cuando su cuerpo se abalanzó sobre la orfandad del mío. La lentitud metódica de sus movimientos felinos, la sensualidad ondulante de éstos, engrandecía un Deseo que mancillaba grotescamente aquella vergüenza a espiar. 
 


Sus manos aferraron mis muñecas por encima de la cabeza. El más mínimo de mis movimientos debía obtener el consentimiento de la imponente cárcel de su Cuerpo.
 


En el ambiente de la habitación flotaba autoritario Su aroma. Incapaz de pensar, únicamente concentraba mi atención en la gravedad de su cuerpo sobre el mío, en el perfume de tibia piel que exhalaba. Nuestras miradas se fundieron. Me ganó una sensación excitante comprobar que su sexo, oculto bajo el ajustado pantalón, yacía con palpitar contenido dentro de él. La tibieza de mis senos, abultados, vulnerables a Su roce, se aplastaban contra el esculpido relieve de su pecho. Un deseo descontrolado surgió en él. ¡Tocar, acariciar, estrujar, destrozar, gozar…! Aquellos parecían ser los efectos naturales y devastadores de una atracción llevada al extremo. 
 


ÉL, era un remolino que me arrastraba hasta lo más profundo de mis Fantasías, que me mostraba otro Mundo, que batía mis alas haciéndome sentir Viva, que me protegía y calmaba, que saciada mi sed de Pasión.

4 comentarios:

  1. aaaaaaaw*-* de nuevo me encantoo, fantastica que letras*o*.. Saludoos

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  2. Muchas Gracias, Génesis, por sacarle sustancia -encantada- a mis letras.

    ¡Un saludo!

    ankara.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Cuanta poesía que manera tan extraordinaria de escribir.

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